Quién me creería si
dijiera: «Me tomaron y
rajaron desde
el cuero cabelludo a la entrepierna, y
todavía estoy viva, y
camino agradada por
el sol y toda
la generosidad del mundo». La honestidad
no es tan simple:
una simple gesto de honestidad no es
nada más que una mentira.
¿No esconden
los árboles el viento entre
sus hojas y
hablan susurrando?
La tercera dimensión
se esconde.
Si los canteros
parten piedras, las
piedras son piedras:
pero el amor
me partió en dos
y estoy
viva para
contar la historia, pero no
honestamente:
las palabras
la cambian. Déjala ser
–aquí bajo el dulce sol–
una ficción, mientras
respiro y
voy cambiando el paso.
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