Si alguna vez
si por alguna razón o por un cúmulo de ellas
yo llegara a perder la fe
sólo recuérdame
cuán distinto se veía el mundo entre tus brazos
o cómo el polvo sin cubrirnos nos hacía estornudar
y luego era tu voz
el sonido tibio de la lluvia
bajo los tejados.
Si alguna vez y como ésta
la balanza se empecinara ciegamente en romper
cada costra que en mí se quisiera cicatriz
y recordar se hiciera entonces
un asunto de vida o muerte, recuérdame
—como sólo tú sabes hacerlo—
las palabras que me enseñaste, mi rumor de frutos secos
la transparencia de lo oscuro, lo dulce de lo agraz
y cómo es que sólo los que sueñan son aquellos que
construyen sueños
—desengañados sueños, alegrías e ilusiones—
o cómo es que a fuerza de cariños uno puede llegar a soportar
vivir con esta sombra pegada al cuerpo
vivir con esta sombra cuando la propia vida es capaz
cuando la propia vida lo sea, simplemente recuerda
que con los años yo también aprendí
a recordarte.
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