De todo, quedaron tres cosas (Fernando Pessoa)

la certeza de que estaba siempre comenzando,la certeza de que había que seguir
y la certeza de que sería interrumpido
antes de terminar.

Hacer de la interrupción un camino nuevo,
hacer de la caida, un paso de danza,
del miedo, una escalera,
del sueño, un puente, de la búsqueda,...un encuentro

Últimas palabras a mi padre

De Roque Dalton:

La angustia existe.

El hombre usa sus antiguos desastres como un espejo.

Una hora apenas después del crepúsculo
ese hombre recoge los hirientes residuos de su día
acongojadamente los pone cerca del corazón
y se hunde con un sudor de tísico aún no resignado
en sus profundas habitaciones solitarias.

Ahí tal hombre fuma gravemente
inventaría las desastrosas telarañas del techo
abomina de la frescura de la flor
se exilia de su misma piel asfixiante
mira sus torvos pies
cree que la cama es un sepulcro diario
no tiene un cobre en el bolsillo
tiene hambre
solloza.

Pero los hombres los demás hombres
abren su pecho alegremente al sol
o a los asesinatos callejeros
elevan el rostro del pan desde los hornos
como una generosa bandera contra el hambre
se ríen hasta que duele el aire con los niños
llenan de pasos mínimos el vientre de las bienaventuradas
parten las piedras como frutas obstinadas en su solemnidad
cantan desnudos en el cordial vaso del agua
bromean con el mar lo toman jovialmente de los cuernos
construyen en los páramos melodiosos hogares de la luz
se embriagan como Dios anchamente
establecen sus puños contra la desesperanza
sus fuegos vengadores contra el crimen
su amor de interminables raíces
contra la atroz guadaña del odio.

Tú también fuiste ese hombre, especialmente el segundo. Curioso, franco y apasionado por tus afanes. Quienes compartimos contigo vivimos con la certeza que tu vigor, perspicacia y sinceridad eran como un roble en el que no se puede temer al apoyarse. Sentiste siempre una profunda conexión con la tierra y con esa envidiable capacidad analítica que te caracterizaba, dedicaste tu vida a entender sus dinámicas. Siempre sentiste satisfacción en identificar el cantar de las aves que compartían tu entorno, pasión al planificar tu jardín y colmarlo de árboles nativos de acuerdo a sus particularidades. Dicha de primero entender a los animales en sus propios términos, para luego comunicarte con ellos.

Me enseñaste que el rigor y el cariño no son cosas excluyentes. Que la vida nunca es un sinsentido si se entrena la capacidad de tomarla por los cuernos. Que toda tarea que se emprende, por pequeña que sea, merece acometerse con dedicación. A diferenciar un tordo de un mirlo, de acuerdo a sus patrones de vuelo.

Papá, con tu partida hago un abismo, trazo un vacío importante, paro mi vida. Luego miro alrededor y me alivia que entre tanto dolor emerjan las expresiones más humanas de solidaridad y cariño. Hoy mi padre ya no está con nosotros, pero el desconsuelo de la muerte nos recuerda el valor de los vínculos de amor, familia, amistad y admiración profesional que hemos compartido y cultivado.

Por eso estamos aquí, porque ese cariño y ese amor no da lo mismo. Por eso guardamos una moneda en los pantalones del difunto, para que pague la tarifa que Carón cobra por cruzar el río. Por eso enterramos al guerrero con su hacha, para que festine en Valhalla. Y por eso rezamos un rosario, para que María interceda y Dios lo acoja en su misericordia y lo tenga en su gloria. Por eso estamos aquí, para consolarnos del dolor de tu partida, compartir el recuerdo de los momentos bellos que vivimos y recordar que también estuvimos juntos en los momentos difíciles.

Como un héroe clásico. Aquiles era guerrero, Odiseo era ingenioso y Agamenón ambicioso. Mi padre era fuerte. La fortaleza del acero inflexible y del corazón que se vuelve de cuarzo para soportar los embates. Pero en el último año y medio que lo acompañamos en su enfermedad, aprendió otra forma de fortaleza.

La fortaleza que hay en admitir la debilidad propia. De abrir el corazón y dejar a otros en él, de compartir los miedos que nos acechan y encontrar el consuelo en el otro.

Adiós papá, una parte de ti vive en mí.

Anillo (Rosabetty Muñoz)

Recojo las piernasy abrazo el rostro sobre las rodillas.
Todo lo mío cabe
en el oscuro anillo de mi cuerpo.

En el círculo que cierro lentamente
el universo se concentra.

Me herirán poco, los que hieren.
No tendrán
el privilegio de mi boca.

A la poesía (Roque Dalton)

Agradecido te saludo poesíaporque hoy al encontrarte
(en la vida y en los libros)
ya no eres solo para el deslumbramiento
gran aderezo de la melancolía.

Hoy también puedes mejorarme
ayudarme a servir
en esta larga y dura lucha del pueblo.

Ahora estás en tu lugar
no eres ya la alternativa espléndida
que me apartaba de mi propio lugar.

Y sigues siendo bella
compañera poesía
entre las bellas armas reales que brillan bajo el sol
entre mis manos o sobre mi espalda.

Sigues brillando
junto a mi corazón que no te ha traicionado nunca
en las ciudades y montes de mi país
de mi país que se levanta
desde la pequeñez y el olvido
para finalizar su vieja prehistoria
de dolor y de sangre.

Un pensamiento blanco (Joaquín Cifuentes Sepúlveda)



Arrancaré del mundo con tu carga de huesosi arrastraré mi cuerpo i tu cuerpo por el campo.
Alguien me dijo que era un pensamiento negro
i yo le dije que era un pensamiento blanco.

I marcharé pesadamente como los bueyes
con los ojos vidriosos i la frente aterida,
i volveré la cara hacia atrás muchas veces
para ver si me siguen las sombras de la vida.

Uniré a mi cabeza las huinchas de tu pelo
i amarraré las carnes de nuestros cuerpos flacos.
Alguien me dijo que era un pensamiento negro
i yo le dije que era un pensamiento blanco.

Cruzaremos montañas i bosques así juntos,
besados por la dulce mirada de otro sol
i en una última noche nuestros cuerpos desnudos
se abrazarán deseosos i se dirán adiós.

I los buitres roerán nuestros huesos
i sembrarán las carnes podridas por el campo.
Alguien me dijo que era un pensamiento negro
i yo le dije que era un pensamiento blanco

Con las uñas (María Alejandra Colmenares)

Con las uñas, Dios, abriste zanja en tierra,donde aguardas de nosotros,
desflorando
un sudor ácido y sangre de árbol,
tu sombra, de cada ruido temerosa
gacela nocturna, ornamentada y frágil.

Contrito, ciñes tus piernas,
confiesas tus trampas,
aunado a la angustia y la lágrima antigua,
con tus labios delineas la sempiterna herida:
el sabor de la muerte.
Redundas la carne
porque es lo único que te queda.

Salvoconducto (Ingeborg Bachmann)

Con pájaros somnolientos
y árboles por el viento atravesados
se levanta el día, y el mar
toma una copa espumosa a su salud.
Los ríos borbotean hacia el gran agua
y la tierra firme pone promesas de amor
en la boca del aire puro
con flores frescas.
La tierra no quiere llevar un hongo de humo,
escupir criaturas ante el cielo,
acabar con lluvias y rayos de ira
con las voces inauditas de la perdición.
Con nosotros quiere ver despertar
a los hermanos de colores y a las hermanas grises,
al rey pez, a la alteza ruiseñor
y al príncipe de fuego salamandra.
Por nosotros planta corales en el mar.
A los bosques ordena guardar calma,
al mármol inflar la hermosa veta,
al rocío ir una vez más sobre las cenizas.
La tierra quiere tener un salvoconducto,
cada día desde la noche, al universo
para que amanezcan mil y una mañanas
en la gracia joven de la antigua hermosura.
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