Con las uñas, Dios, abriste zanja en tierra,donde aguardas de nosotros,
desflorando
un sudor ácido y sangre de árbol,
tu sombra, de cada ruido temerosa
gacela nocturna, ornamentada y frágil.
Contrito, ciñes tus piernas,
confiesas tus trampas,
aunado a la angustia y la lágrima antigua,
con tus labios delineas la sempiterna herida:
el sabor de la muerte.
Redundas la carne
porque es lo único que te queda.
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