Reducido a mí mismo,
a mis pobres recursos de corneta
de un batallón que perdió la batalla,
que me cuesta entretenerme con mis uñas,
con mis narices o con mis orines.
Por lo demás, reducido a mí mismo
copos de cal me caen como cruces
golpéandome en el cráneo
calvo de tanto esperar al mesías.
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